Parecía un domingo cualquiera, en Cashahuacra, un
caserío ubicado en una ladera pedregosa de Santa Eulalia.
“Ojalá vuelvan otra vez”, me dijo uno de sus
pobladores. Sus palabras sonaban a esperanza vacía, quizá, por el cansancio de
las promesas incumplidas.
Ese domingo cualquiera cruzamos un puente que
atravesó una zanja enorme, tan profunda como un cañón. Esa grieta profunda la
produjo un huaico en el 2014. Marcó la
tierra y la vida de estos pobladores.
Los peruanos sabemos que esto del Fenómeno del Niño
se repite cada 15 años, entonces, le pregunté a la presidenta del ONG Todo
Suma, si saben que va a venir otro huaico por este cauce, ¿por qué siguen aquí?
Ella sonrió como quien sonríe a la ignorancia. Estas familias están ubicadas
aquí hace muchos años, me dijo. El año pasado nadie sabía que un huaico pasaría
por aquí. Lo más importante ahora es censarlos y prepararlos en primeros
auxilios, para que estén preparados para el Fenómeno del Niño de este verano. Y
luego reubicarlos en algún lado. Eso es lo ideal. Por lo pronto, darles luz y
esperanza.
“Ojalá vuelvan otra vez”, me dijo Jorge, un shipibo
de 22 años, porque su familia, junto a un puñado de familias shipibas, fueron
traídos desde la Amazonía por un político que les prometió educación, luz, agua
y desagüe, a cambio de votos. El político obtuvo los votos, pero nunca entregó
lo que prometió. Los dejó ahí, en esa ladera pelada.
Lo cierto es que no fue una mañana cualquiera en Cashahuacra.
Debajo de esos techos de calamina que ardían sobre
nuestras espaldas, nos reunimos con ellos para darles una charlas de auto liderazgo.
En sus ojos se intuía una chispa de esperanza que quería encenderse. Al ver
esas miradas, me avergoncé cuando esa misma mañana protesté por estar viajando
a Santa Eulalia, un domingo, en lugar de disfrutar de un espacio en paz en mi
casa.
Gracias por la invitación a Todo Suma, gracias por
hacernos sentir que hay esperanza en la humanidad cuando sumamos estos pequeños
detalles.
Ya en el bus, de regreso, viendo esas pinturas que
hicieron los niños en sus paredes, recordé las palabras de Jorge: “Ojalá
vuelvan otra vez”, me dijo. Y ahí. Ahí comprendí perfectamente a que se refería.