Después
de todo lo que leí sobre Trump, en estas últimas semanas, comparto algunas
reflexiones.
Está
claro que el tono del nuevo presidente estadounidense se parece mucho al de
Hitler en el período de Entreguerras: agitador, miedoso, caprichoso y “picón”.
El supuesto héroe que defiende a su nación de los foráneos usurpadores.
Lo
macabro es que el discurso del fundador del nacionalsocialismo arrastró a
Alemania a exterminar a millones de personas. Judíos de tradición, sí, pero más
alemanes que cualquiera, alemanes con muchas generaciones trabajando en
Alemania.
Ahora,
eso no significa que Trump se vaya convertir en algo parecido a ese asesino con
mayúsculas. Digamos que está en su derecho de querer defender a su país de los
narcotraficantes, indocumentados, “pastrulos” que quieren asegurar su vida a
costa de los contribuyentes y de aquellos que se podrían “prender fuego” en
nombre de dios. De hecho, hace unos días su paranoia lo llevó a prohibir la
entrada a ciudadanos de siete naciones de tradición musulmana. Además, sigue empecinado
en terminar el muro que se inició a inicios de la década del 90, esa muralla que
divide a los EEUU de México.
No
obstante, ¿es este el verdadero muro de Trump?
La
bandera de la libertad flamea desde hace mucho tiempo en el mundo y eso ha
traído más ventajas que desventajas. Los mercados abiertos han permitido que,
de manera creativa, los países desarrollen sus productos y merezcan aprovechar
la posibilidad de ser competitivos en otras economías. En la actualidad, son
las pesonas las que eligen que conservas, frutas, zapatos, computadoras, quieren
tener en sus casas. Es más, hace unos días vi que una manzana tenía un código
QR que explicaba de dónde provenía: no había recibido pesticidas, se había comprado
a una empresa con certificación de trato justo con sus trabajadores, etc. Hoy
las personas pueden elegir, seleccionar lo que sus anhelos manifiestan.
Entonces,
¿para que volver a levantar los muros económicos?
Es
evidente que la globalización o la economía de libre mercado tiene sus fisuras.
El mundo podría reparlas, pero, ¿volver a las reglas del pasado?, ¿a cerrar las
fronteras?, ¿a subir los aranceles para proteger los errores?
¿Acaso
no es eso involucionar?
Con
la distancia que se merece, voy a hacer un paralelo con la industria de la
música en los últimos treinta años.
Durante
la década del ochenta, solía dibujar los nombres de las bandas de rock en mis
cassettes. Luego aparecieron los CDs. Me tomaba meses ahorrar para comprarme
uno (el primero que tuve en mis manos fue un recopilatorio de Los Beatles.
Arrancaba con un temón: Across the Universe). Como me gustaba tocar la
cubierta de mis CDs, las acariciaba como si fueran oro en plástico; cuando el
oro, realmente, además del contenido musical, era el sacrificio de semanas
para ahorrar el dinero.
En
fin, luego vino el gran Napster, y digo "gran" no porque lo que hizo
fuese correcto, pero nadie puede negar que el tipo cambió las reglas de juego
de la industria musical. En honor a su nombre (Napster significa “siestero”), literalmente
en una siesta de media hora podía descargar 150 canciones en un CD. ¡Y gratis! Me
cansé de bajar música.
Napster,
con toda justicia, fue denunciado por Lars Ulrich (baterista de Metallica) y
perdió ante la corte. ¿Por qué? Porque en un formato MP3 democratizó la música,
pero lo hizo ilegalmente. ¿Quién se encargaría de pagarles a los artistas?
Perdió con justa razón.
La
nostalgia siempre va a tener un cetro en nuestros hogares, por ello los CDs no
van a desaparecer. Tampoco los vinilos ni los cassettes.
Pero
lo importante, aquí, es comprender que Napster dejó un legado y cambió para
siempre la forma de adquirir música. Un paso evolutivo que desembocaría en
ITunes (música pagada por canción) y ahora Spotify (música pagada por
catálogo).
Negocios
de descarga legal que cambiaron la forma de adquirir música. Pero nadie negará
que Napster puso la piedra en el camino.
¿Volver
atrás? Solo para recordar. No para detener la evolución.
Volviendo
a Trump: no sabemos de qué manera protegerá a su economía, ¿subirá realmente
los aranceles en 40%?
Con
las medidas que está tomando a nivel político, no me sorprendería. Lo mismo puede
pasar en otras economías del mundo, como en Venezuela, Inglaterra y Suiza. Parece
que los proteccionismos, así como los vinilos o los Cds, no desaparecerán.
Lo
que sí es cierto es que el Perú, como otros países latinoaméricanos, debe
buscar afianzar la confianza de los mercados que ya probaron sus productos y
servicios. Consolidar alianzas como la del Pacífico.
EEUU
podrá estar acostumbrado a ser el que escribe las reglas del mundo; así como su
actual presidente podrá poner el muro que le de la gana, sin embargo, no podrá
contener los pasos evolutivos que el mundo ya experimentó.
Foto: Blog "Tomar la palabra"
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