Foto Pintura: Soft is the Breeze II / Shirley Cabral (Brazil)
No fue una casualidad que el día de ayer escogiese "La cometa", el cuento de Guillermo Niño de Guzmán, para cerrar este ciclo de enseñanza con la sexta promoción de mozos en Fundación Pachacutec.
Quería recordar aquella noche de octubre del 2008, cuando llegué a un hotel en el centro de Barcelona, con la espalda hecha añicos después recorrer cientos de kilómetros en auto para vender unos bonos de viaje.
Esa era mi misión en el trabajo de medio tiempo que encontré milagrosamente en una agencia de viajes de San Sebastián, en el País Vasco.
Llamar, sacar citas con las empresas, conducir y convencer a los que tomaban las decisiones no me eran tareas ajenas. No obstante, sí era muy frustrante recorrer todo el país para no vender casi nada: España se encontraba en medio de una de las peores crisis económicas de su historia, con casi 25% de desempleo.
Eran tiempos de incertidumbre para alguien como yo, un hombre de 33 años que buscaba cultivar el oficio de escritor en un país en ese contexto.
A pesar de ello, tenía confianza en un futuro poco esperanzador y, esa noche en Barcelona, encontré en la mesa de la habitación del hotel una selección de cuentos finalistas del Premio NH Mario Vargas Llosa.
En el índice leí "La Cometa" del peruano Guillermo Niño de Guzmán: "Santiago se sentía pleno, dueño de una íntima certidumbre que siempre le había sido ajena. Desde arriba, todo parecía distinto. Los mil ojos de la noche, menudos y brillantes como salamandras, bullían alrededor de él. Oteó el cielo vasto y limpio y por primera vez creyó entender el mundo, esa vida que agazapaba en la oscuridad, todos esos gritos sofocados, todas esas miradas crispadas, todos esos deseos que aguijoneaban a los hombres".
Esa noche, antes de cerrar los ojos, volví a leer esa frase y pude rozar esa confusión, la impotencia de Santiago, el protagonista del cuento, un escritor y padre de familia que se percibía tan confundido y enrevesado como la cometa de su hijo Roberto, que había quedado atrapada en los cables de tensión. Aunque dueño de un talento sobrenatural, Santiago se sentía incapaz de mostrarlo a su familia.
Esta mañana, al terminar el cuento en la clase, levanté la cabeza y me estrellé con las miradas cristalinas de mis alumnos. Detrás de ellos, el marco de la ventana hizo lo suyo: soltar al fin esa cometa imaginaria que volaba dentro de mí, para que se confunda con el azul del mar, con el turquesa del cielo de Pachacutec.
Antes de irme recibí un obsequio de parte de los chicos: un acróstico muy especial. Muchas, muchas gracias. Confirmé que lo intangible pesa más que cualquier cosa en la vida: lo guardaré como un tesoro.
Antes de irme recibí un obsequio de parte de los chicos: un acróstico muy especial. Muchas, muchas gracias. Confirmé que lo intangible pesa más que cualquier cosa en la vida: lo guardaré como un tesoro.
Quiero agradecer de manera especial a Pedro Llosa, por los libros que me donó generosamente.
Completaron las sonrisas de los chicos otros libros de Bizarro Juvenil - Grupo Editorial, que llevé de mi biblioteca personal para rifarlos: Raúl Tola, Renato Cisneros, Santiago Roncagliolo y Guillermo Niño de Guzmán.
Si queremos cultivar la lectura en los jóvenes del país, que la labor comience, primero, con autores peruanos, para que disfruten las imágenes en espacios comunes, que tengan relación con su entorno, le escuché decir en una conferencia a Ezio Neyra. Por ello no dudé en llevarlos.
Completaron las sonrisas de los chicos otros libros de Bizarro Juvenil - Grupo Editorial, que llevé de mi biblioteca personal para rifarlos: Raúl Tola, Renato Cisneros, Santiago Roncagliolo y Guillermo Niño de Guzmán.
Si queremos cultivar la lectura en los jóvenes del país, que la labor comience, primero, con autores peruanos, para que disfruten las imágenes en espacios comunes, que tengan relación con su entorno, le escuché decir en una conferencia a Ezio Neyra. Por ello no dudé en llevarlos.
Finalmente, un agradecimiento muy especial a Ignacio Medina, que confió en mi trabajo para este proyecto.
Foto: Carlos Modonese
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