viernes, 2 de febrero de 2018

HAY Festival Cartagena 2018

Foto: Paula Muñoz

"No tenemos WI-FI, hablen entre ustedes”.
Cuando la noche cerró el telón del intenso día jueves, algo comprendí cuando por la mañana me detuve frente a este curioso letrero colgado en la pared de un restaurante, en ese casco viejo cartagenero que parece abrazarte con el calor tropical de sus calles abalconadas y las voces de distintos rincones del mundo que resuenan por estos días de HAY Festival.

Foto: Paula Muñoz

Me quedé con varios apuntes en las dos sesiones que asistimos.
En la primera, “Poder, Periodismo y Literatura”, en el teatro Adolfo Mejía, Sergio Ramirez (Premio Cervantes 2017), estuvo acompañado de Juanita León (Premio Gabo 2016) y Jaime Abello (Director Fundación Gabriel García Márquez).
El conversatorio abordó el tema de la influencia política en las redes sociales, de cómo se han convertido en cajas de resonancia, en instrumentos de manipulación que le dan más poder al poder. Las cadenas de mensajes que vuelan como mosquitos virtuales en WhatsApp o Facebook, por ejemplo, impiden identificar el grado de veracidad de las noticias, por el nivel de sofisticación que tienen para sonar a verdad: no son falsos, sino engañosos.
Sin embargo, también, antes solo existían los medios de comunicación tradicionales para enterarnos del quehacer político. Hoy, cualquier equivocación de la clase que dirige un país hace que las costuras del poder, antes fácilmente ocultables, se hagan más visibles ante nuestros ojos.
Foto: Carlos Modonese
A las 19:30 horas caminamos hacia la plaza San Diego, quizá el rincón más encantador de la ciudad amurallada. El Instituto de Bellas Artes y Ciencias de Bolívar presentaba la charla: “La muerte del padre”, que moderó la editora Margarita Valencia y unió a Javier Gomá (Filósofo) y a Renato Cisneros (Periodista y Narrador.
Ambos autores ya pasaron por la confrontante situación de perder al padre, a esa especie de demiurgo, dador de vida y gran responsable del legado psicológico que recibimos antes de que tengamos consciencia de nosotros mismos.
Las obras, “Inconsolable”, el ensayo de Gomá, como “La distancia que nos separa”, la novela de Cisneros, tomaron como punto partida e inspiración la muerte de su padre.
No obstante, si bien el tema les ayudó a comprender más su forma de ver el mundo o a “cicatrizar heridas” (Cisneros), la idea de hablar de un tema tan personal no puede tener como propósito “exorcizar los demonios del escritor".
En ese caso estaríamos hablando, según Goma, de una literatura maleducada, que intenta “convertir a los lectores en mudos testigos de su terapia” (Gomá).
La obra no puede ser la evacuación de un escritor, el escritor debe venir evacuado, comentó Gomá, despertando las primeras carcajadas de la charla.
Y es que el proceso creativo de una obra tiene la responsabilidad de resolver un dilema individual para darle luz universal.
Gomá y Cisneros fueron muy generosos al compartir anécdotas emotivas que ya pasaron el filtro del duelo. Como cuando los padres se separan y generan un dolor inevitable en los hijos, comentaba Gomá. Los hijos no tienen derecho a reclamar a ningún tribunal por recibir ese dolor, porque los padres también tienen derecho a tomar las decisiones pertinentes para lograr su felicidad; sin embargo, el niño sí tiene el derecho de hacer visible su herida. No para que los padres pidan disculpas, basta con que la reconozcan.
La charla se cerró con una poderosa reflexión de Cisneros sobre el autoritarismo en la figura de un padre: Muchas veces el padre autoritario considera “bien educado” al hijo que hace exactamente lo que él quiere que haga. Lo elogia, lo compara frente sus hermanos.

Pero si somos sensatos, la buena educación debería estar relacionada a ese “destete” del hijo de la forma de pensar de su progenitor, es decir, cuando el padre inspira a sus hijos a desarrollar un sentido crítico y a pensar por sí mismos. Incluso que sean capaces de confrontarlos.
El conversatorio acabó en medio de aplausos a los dos autores que mostraron esa vulnerabilidad que uno espera en las conferencias, y recordé el mensaje de ese letrero que leí por la tarde en una calle de la Ciudad Vieja: “No tenemos WI-FI, hablen entre ustedes”.

Comprendí por qué debería replicarse el espíritu del HAY Festival en nuestra vida cotidiana: para detener por un momento la inmediatez en la que vivimos, juntarnos a charlar alrededor de una mesa y decirnos, ¿y tú, qué piensas?, para celebrar la reflexión y compartir nuestra mirada. No para defenderla.

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