Una mañana de diciembre como ésta, hace siete años, salí por las calles de Moscú a dar un paseo. No iba ni al Kremlin ni a la Plaza Roja, tampoco a la catedral de San Basilio. De haberme enterado que Perú clasificaría al Mundial de Rusia 2018, seguramente hubiese hecho un viaje a Saransk, pero esa visión no aparecía ni en sueños por esos días.
La persistente razón de hacer ese paseo, en esa mañana moscovita, con un frío de cuchillo y sin nieve, la descubrí cuando llegué a la casa de Antón Chéjov.
Ocurrió cuando llegué a San Sebastián, en el 2009, con una maleta de ropa, pesada por el miedo y la ilusión que suponía comenzar a cultivar con seriedad mi oficio de escritor.
Trabajaba en una agencia de viajes muy cerca a la bahía de la Concha y, en un breve intermedio a la hora almuerzo, al mismo tiempo que devoraba un bocadillo con tortilla de patata las páginas de "La novia" removían mis tripas como si estuviesen estrujando un trapo.
Gracias a Marginalia Libros por la oportunidad que me dio de poder volver a pasar por el corazón ese momento en el que leí "La novia", el cuento que marcó mi vida.
Marginalia Libros-Carlos Modonese-"La novia", el cuento que marcó mi mida.
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