Salimos de casa con el entusiasmo que da un cielo despejado y el vivo color verde de los parques, para la primera caminata desde Miraflores hasta Barranco, con Samara en su coche.
El propósito era llegar a la exposición de los colores que puso el artista José Tola en sus monstruos.
Justo después de atravesar el puente que une Barranco y Miraflores, la traición del sol otoñal bajó la temperatura, y me asaltó una duda: ¿Se asustará Samara con los monstruos de gran formato en las pinturas de Tola?
Sin embargo, me alivió mucho saber que, siendo tan pequeña, los monstruos no habitan en su mundo.
Desafortunadamente la galería Lucía de La Puente estaba cerrada. Miré el reloj, tres la tarde y el horario del lugar confirmó mi extrañeza: ¿Una galería cerrada los sábados por la tarde?
Arqueé las cejas y crucé la calle San Martín para refugiar mi rabia en una librería que tenía muchos libros infantiles y cómics.
Samara se impacientó al no sentir la velocidad del coche; la cargué entre mis brazos desde donde, con una sonrisa, veía embobada toda esa sala llena de libros e historietas, como si fuese la exposición que estaba esperando.
De repente, miré una postal de Liniers y leí un texto que me dio ánimo, pero cuando vi al monstruo Macanudo sosteniendo un lápiz grande y pesado, confieso que un escalofrío me sorprendió al recordar lo que se siente cuándo los colores de las palabras no se deslizan naturalmente sobre el espacio en blanco.
Foto: Carlos Modonese
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