martes, 27 de abril de 2010

Cajamarca, Perú: "¿Cómo un puñado de españoles hizo caer el magno imperio de los incas?"


Esto fue lo primero que cruzó por mi cabeza aquella tarde en la Plaza de Armas de Cajamarca. Los textos escolares peruanos daban cuenta de ello; sin embargo, esa tarde, con la temperatura lindando los 6°, la ansiedad por ir más profundo me quemó el gaznate con el primer sorbo de caldo de gallina. Detrás de todo; en ese rincón de los Andes, el cielo se teñía de un gris apocalíptico, que bien pudo asemejarse a la tarde de Noviembre de 1532, cuando el inca Atahualpa fue apresado por las huestes pizarristas en ese mismo lugar (en el actual norte peruano).

Me preguntaba cuáles habían sido las principales causas de aquél derrocamiento que marcó un giro trascendental en la historia de América y Europa. Los libros le atribuyen a los europeos, la aventajada tecnología en la actividad bélica: corceles adiestrados en una realidad pacífica de llamas y vicuñas o la pólvora de los arcabuces quemando los valerosos pechos indígenas de Manco Inca, Rumi Ñahui, Cahuide, Yurac Huallpa. Aunque me pareció lógico, no entendía cómo un grupo de aproximadamente 10.000 españoles hizo colapsar a un imperio de varios millones de habitantes; y cuyo dominio, se extendió hasta el río Ancashmayo (Colombia) por el Norte, el río Maule (Chile) por el sur, Tucumán (Argentina) al sur-este, toda la altiplanicie de Bolivia, la región selvática al este, y la totalidad de la costa del litoral.
El apocalíptico atardecer invitaba a las tinieblas a aplastar las realidades. Llegó la noche, y con ella mi abatimiento luego de largas horas de viajes en bus desde Lima. El oxígeno fresco y el cansancio me obligaron a abandonar mis interrogantes: al día siguiente, la luz aparecería para resolverlas. Después de saborear las últimas verduras del consomé andino, atravesé la Plaza de Armas hasta llegar a mi hotel; ubicado a solo unos metros de la Iglesia de San Francisco, monumento religioso tallado en piedra volcánica, y cuya primera etapa de construcción corresponde al siglo XVII.

Por la mañana, bien temprano, me dirigí al restaurante, el mismo en el que había comido la tarde anterior; pero esta vez, mi estómago agradecía la exquisitez de un desayuno cajamarquino: jugo de naranja, café con leche, pan fresco; y por si me quedaba con hambre, unos huevos con queso fresco de la región; sí, con queso blanco inmaculado del mejor ganado del país. Y es que Cajamarca es reconocida por la producción de sus lácteos: con menos de 200,000 habitantes (según censo del 2007), produce más de 200,000 litros de leche.

Dada su cercanía al centro de la ciudad, decidí ir caminando hasta el famoso cuarto de rescate, aquél donde fue llevado el inca luego de su apresamiento. Esa tarde de 1532, Atahualpa, levantado en andas, atendió la cita fijada por Pizarro. Días antes, este le había enviado con un emisario: dos copas de vidrio y una camisa; además del mensaje de ayudarlo a combatir los enemigos de su imperio. Sin embargo, el inca se asombró al encontrar una Plaza de Armas desierta; y cuando preguntó por lo españoles, apareció el cura Valverde llevando una cruz entre las manos. El sacerdote caminó a paso lento y seguro hasta ubicarse frente a Atahualpa, le entregó el evangelio y solicitó que se convirtiera al cristianismo. Después de un exacerbado cambio de opiniones, se escuchó el estruendo de la pólvora; y a este le siguió el ataque del ejército español. La emboscada fue un éxito y Atahualpa fue apresado. En aquella famosa habitación, se le obligó llenar dos cuartos de oro y uno de plata hasta la altura de su mano. De igual manera; el inca, acusado de adulterio y herejía, fue ejecutado.
¿Y qué hicieron los indígenas?, me preguntaba, ¿Se quedaron cruzados de brazos? Ese debió ser el momento para que un ejército incaico, indignado por lo ocurrido, se organizara y venciera a los españoles.

Salí de ese cuarto algo desconcertado y decidí relajarme un poco. Caminé hasta la calle Sabogal; tomé una combi, y luego de quince minutos, bajé en el distrito de Baños del Inca. Era ahí donde el inca tomaba sus baños termales. Luego de veinte minutos al aire libre, con el torso cubierto de aguas mineralizadas a setenta grados centígrados, decidí salir. En un estado de somnolencia, me quedé sentado en el borde de aquél foso, observando como exhalaba un vapor denso y cálido que se desvanecía en el aire.

En ese momento, extraje algunos textos de historiadores y cronistas de la mochila, y comencé a inquirir: “¿Qué otras razones hicieron colapsar el incanato? “
Si bien no podemos ser mezquinos con la ambición y coraje desmesurados de los conquistadores; así como tampoco pretendemos menoscabar las diferencias en cuanto conocimiento bélico se refiere; debemos reconocer que durante la llegada de los españoles por el norte, el imperio inca era testigo de una encarnizada batalla fraticida: Atahualpa asesinaba a su hermano Huáscar y se hacía con la totalidad del imperio. Ambos eran hijos del inca Huayna Cápac, quien había dejado el norte a Atahualpa y el sur a Huáscar. Y luego de esto: “Divide y vencerás”. Así reza el viejo adagio que fue seguido a cabalidad por la astucia castellana. De esta forma, los europeos, apoyaron, a los distintos bandos indígenas para conseguir su posterior desgaste. Además de esto, existía una desintegración entre los pueblos que habían sido anexados al imperio inca: los representantes de vastos señoríos, tenían sed de venganza tras haber sacrificado poder sobre sus tierras al ser sometidos por los incas. Por esto, creyeron a ciegas (para su desventura) en la palabra de los conquistadores cuando se les prometió que recuperarían sus privilegios. De modo que, la astucia hispana venció a la ingenuidad de un vasto imperio que ignoraba las gestas imperialistas en el Caribe y México. Como bien refieren los historiadores: “El imperio de los incas era un gigante con pies de barro”.

Los escondites del Cronista Errante

Donde ir….
Complejo arqueológico Cumbemayo

En la misma Plaza de Armas puede tomar las combis que van hacia Cumbemayo. Entre un bosque de piedras y el oxígeno más puro de los Andres a 3,500 msnm; podrá apreciar vestigios de altares ceremoniales y un complejo sistema de acueductos de culturas preincaicas.

Y para dormir y comer….
El Portal del Marqués
Tarifas: Habitación doble 50 €

Este hotel tres estrellas, ubicado dentro de una antigua casa colonial, ofrece además de una cálida atención, habitaciones muy cómodas y computadoras con servicio de Internet las 24 horas. Por otro lado, también es una buena opción para disfrutar de la gastronomía local.
El Querubino
Jr. Amalia Puga 589), Cajamarca, Perú
Teléfono: 51-076-340900
Intervalo de precios: 7-11 €

Ubicado a unos metros de la Plaza de Armas. Después de una memorable comida con lo mejor de la gastronomía basada en ingredientes del mar peruano, dese un gusto pidiendo un generoso coctel en el bar del restaurante.

Fotografía: Fuente, Flickr by Jorge Ar

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