miércoles, 21 de julio de 2010

Madrid, España: "Amanecer en Madrid"


No sé si atribuírselo al calor del verano o al ánimo febril de los madrileños debido a la clasificación de la selección española a la fase final del mundial de Sudáfrica 2010. El vuelo a Bruselas sale a las tres de la tarde; y sin embargo, siendo aún las cinco de la madrugada, me es imposible conciliar el sueño. Hace calor en Madrid, es cierto; pero más allá del latigazo estacional o el vértigo mundialista, creo que el responsable de mi sonambulismo es el viaje que inicio hoy: viernes 2 de Julio de 2010. Tal vez, el más extenso que haya hecho en mi vida.

Hoy, en este amanecer de cielo incendiado, percibo como los latidos del planeta hacen vibrar el concreto negro de Madrid. Lo puedo jurar. Palpita en mis oídos y en cada célula de mi cuerpo; pero sobretodo, en el corazón que tengo en cada uno de los dedos que escriben estas líneas. Con el alba frente a mí, un puñado de preguntas golpean mi mente antes del viaje: ¿será que es mucho tiempo?; ¿qué inconvenientes aparecerán en el camino?; ¿el seguro médico me cubrirá en todos lados? Es evidente, pues, que con este viaje aparezcan los miedos: inevitables compañeros de la vida. De cualquier manera, considero que es el momento de afrontarlos, mirarlos, desnudarlos, pero de igual modo agradecerles. Porque a ellos, también les debo este prolongado periplo. Si no hay miedo, no hay riesgo. Si no hay riesgo, no hay vida.


Lo que sí es cierto, es que voy en búsqueda de algo mucho más profundo que una dilatada aventura. Algo muy ligado al sentir de un mundo que cada día palpita más fuerte dentro de mí. Un mundo con un sentido más amplio que trabajar varias horas al día, comprar carne el día del descuento, quejarme del tráfico y los gobernantes. Y no es que esté en contra del sistema. Por favor, tarde o temprano, de cualquier manera, estamos dentro de él: en la discusión de un proceso electoral o el precio de la gasolina, ya sea en el cine o en el supermercado. Somos parte de él, y no debemos temerle. Tampoco busco desafiarlo ni preguntarme sobre sus orígenes: para eso tengo toda la vida.


Lo que quiero hoy es seguir disfrutando de este amanecer apocalíptico que me colma de inquietudes. Anhelo llegar al aeropuerto de Barajas, sobrevolar Madrid y llegar a Bruselas, donde me recogerán unos amigos belgas, que me llevaran a los campos Wrechter. Es ahí donde se dará – como todos los años -, uno de festivales de rock más reputados: Wrechter 2010. Aunque no soy un gran amigo del camping, me muero por vivir la experiencia de un Woodstock europeo, beber una cerveza Jupiler y cantar durante los cuatro días de festival. Pero sobretodo, deseo sentir como palpitará este planeta. Este que a veces se esconde de mí, pero que siempre va conmigo en la maleta.


Espero que mis lectores, sepan disculparme. Esta vez, por no hablar de Madrid. Su infalible vida nocturna, la actividad cultural y su gente maravillosa merecen un capítulo aparte, que hoy no abordaré. Por eso, no ofrezco lugares de visita ni consejos de hospedaje. Lo que si les puedo obsequiar, junto a esta alborada incomparable, es una esperanza: una invitación a iniciar conmigo este viaje mágico.

Fotografía: Blog Reflejos

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