Hoy volví a la universidad. No como alumno sino como profesor; no en
Fundo Pando, en Salaverry, con pantalones un poco más formales que lo
jeans desgastados, pero con una caminada que, quizá, buscaba imitar a
los alumnos. Tan viejo no estoy (sonrisa estomacal).
Miradas atentas, algunas inquisitivas, durante mi presentación en clase; en lugar de reglas de juego propuse un código de honor y todo fluyó hasta que vi el inevitable, relajado y desvergonzado bostezo leonesco, a lo Metro Goldwyn Mayer, de una alumna, felizmente, casi terminando la clase.
Adrenalina a tope, sonrisas al final y en el bus de vuelta me dormí como en mis épocas de cachimbo, soñando un futuro.
Me despertó el aroma a Comandante Espinar. El chofer del bus ETUSA, lleno hasta la médula, me exigió el pago del pasaje. Yo le mostré el ticket de su bus a gas destartalado que anunciaba el cuidado que tenía del medio ambiente. No me dijo pie derecho, pero al partir su motor rugió como un insulto y su estela de humo me cubrió como lo hace la niebla miraflorina los días en que las cosas me salen bien.
Miradas atentas, algunas inquisitivas, durante mi presentación en clase; en lugar de reglas de juego propuse un código de honor y todo fluyó hasta que vi el inevitable, relajado y desvergonzado bostezo leonesco, a lo Metro Goldwyn Mayer, de una alumna, felizmente, casi terminando la clase.
Adrenalina a tope, sonrisas al final y en el bus de vuelta me dormí como en mis épocas de cachimbo, soñando un futuro.
Me despertó el aroma a Comandante Espinar. El chofer del bus ETUSA, lleno hasta la médula, me exigió el pago del pasaje. Yo le mostré el ticket de su bus a gas destartalado que anunciaba el cuidado que tenía del medio ambiente. No me dijo pie derecho, pero al partir su motor rugió como un insulto y su estela de humo me cubrió como lo hace la niebla miraflorina los días en que las cosas me salen bien.
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