jueves, 23 de abril de 2015

Equilibrio


Equilibrio. Sobre eso trataba la clase que debía enseñar en la universidad. El bus, el morado, el “todo Salaverry”, iba prácticamente vacío y por las ventanas entraba una brisa suave. Abrí el libro para empezar a leer la Parte 1: Equilibrio corporal. El deporte depura los químicos liberados por el estrés y favorece el equilibrio corporal. El bus frenó en seco en el paradero y yo me agarré fuerte del asiento para no deslizarme. Bajaron dos personas y subieron quince. Una de ellas, un poco subida de peso, se sentó a mi lado. Me acomodé en el asiento al sentir que su rabillo del ojo apuntaba hacia mi libro. No sé porque me sigue incomodando que la gente pose sus ojos en lo que leo, quizá, porque mi alma se siente leída. Parte 2: Equilibrio mental. La respiración es muy importante para el equilibrio mental, envía un mensaje al cerebro que dice: Todo está bien. Tranquilo. Fui ahí cuando lo vi subir, el pelo lamido y el ceño arrugado. Analicé su actitud corporal: el cuerpo erguido y unos brazos seguros cogían su guitarra. Pero su voz tenía un tono muy bajo y miedoso, incongruente con su postura firme. Vengo a alegrarles la tarde con tres huaynos. Rasgueó con fuerza el instrumento. Demasiada. Los pallares del almuerzo saltaron en mi vientre cuando de su garganta salió una estrofa brusca y desafinada. Seguí leyendo: La respiración acelerada remite a la época de las cavernas; se envía un mensaje al cerebro en señal de peligro y el cuerpo, automáticamente, detiene su flujo sanguíneo en el estómago y lo traslada a las extremidades. En el siguiente paradero bajaron cuatro personas y subieron veinte. Ya no veía al guitarrista, solo axilas húmedas encima de mí. El hígado, decía el libro, produce azúcar para darle energía a las extremidades, de esta manera, prepara al cuerpo para atacar o huir. El páncreas, para compensar ese exceso de azúcar en el cuerpo produce insulina, a veces insuficiente para el exceso de azúcar que libera el hígado. Yo respiré tres veces y miré hacia atrás, por si había algún asiento libre, pero el bus estaba casi lleno. Parte 2: Equilibrio mental. Comparándolo con las tuberías de la ciudad, en nuestra mente no hay una vía para el agua potable y otra para el desagüe. Nuestra mente posee una sola tubería, por donde transcurren los pensamientos positivos y buenos, pero, también, los pensamientos contaminantes, hirientes, destructivos. Cierro el libro y me vuelvo al músico que se disponía a comenzar su tercera canción. La cantó con los ojos cerrados y el mentón alzado, sin importarle quien lo estaba viendo, quien le daría dinero. Y eso me hizo recordar algo. Parte 3: Equilibrio emocional. Cuando la mente percibe la belleza que hay en los detalles, el agua dentro de nosotros se purifica, las emociones se equilibran y el cuerpo reduce la tensión, la respiración vuelve a su cauce. La gente seguía subiendo al bus, pero el cantante no miraba a nadie; solo él, él y su guitarra, que deslizaba sus notas sobre su voz fina, que relucía como su guitarra, un sol de madera que brillaba dentro de ese bus cargado de indiferencia. Antes de bajarme en la calle Cádiz, puse dinero en sus manos. No me dijo gracias, él seguía cantando, pero sí me miró. La sonrisa agradecida, sin ansiedad, libre. Equilibrada.

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