Cuando anunciaron la llegada al aeropuerto, dejé de leer, abrí la ventanilla, y me encontré con el cielo más turquesa que hallase visto en mi vida. Un marco ideal para la enigmática ruta incaica que guardaban las insondables montañas de los Andes Peruanos. Sentado a mi lado, un arqueólogo de luenga barba colorada, me comentó que El Camino Inca hacia Machu Picchu era sólo un tramo de la extensa red vial, con más 23,000 kilómetros, que integró al Imperio del Tahuantinsuyo (que significa “cuatro partes del mundo”), y que cubría lo que actualmente es: Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, el oeste de Brasil, centro de Chile y la parte norte de Argentina.
Nuestro piloto intentaba sortear las montañas, y cuando el avión se empezó a balancear de un lado a otro, mis ojos se extraviaron y me agarré de la camisa de mi compañero de viaje. Me disculpe. Le expliqué que se trataba de mi quinta visita al Cuzco, sin embargo, como en todas las anteriores, me atemorizaban aquellas maromas, tan necesarias para eludir semejante geografía.
Cuando tocamos tierra, sonreí, lancé un resoplido, y escuché los aplausos primerizos de algunos idiotas. Tengo que reconocer que me provocó hacerlo también. Mientras bajábamos por la escalera del avión, el sol, que parecía estar a unos metros de mi cabeza, me cegó, saqué unas gafas de mi mochila, me las puse y empecé a caminar. Unos cuantos pasos bastaron para entender lo que es estar a 3,500 metros de altura. “Carlos, despacio, no hay apuro” — Dije para mis adentros. Dosifiqué el oxígeno, no obstante, llegué a migraciones con cierta dificultad. En la sala de las maletas, bebí un matecito de coca que me ofreció una guapa anfitriona de largas trenzas negras.
Una vez afuera del aeropuerto, detuve un taxi. ¿Cuánto me lleva hasta el centro? — Le pregunté. En el Perú, las tarifas de los taxis, comparadas con otros países de la región, no son elevadas, pero los taxímetros no existen, por ello, la negociación entre el conductor y el pasajero, es fundamental para obtener un precio justo. Hágalo una vez y se hará un experto. Los cuzqueños, llevan años acogiendo turistas de todo el mundo, muestran siempre una sonrisa amable, y los taxistas no son una excepción, solucionan dudas, y en muchas ocasiones, se ofrecen de guías turísticos.
Me llevó hasta la hermosa Plaza de Armas del Cuzco, de calles adoquinadas, flanqueada por dos iglesias coloniales, pletórica de restaurantes y bares, y con un techo de nubes que parecía urdido con un algodón inmaculado. Caminé hasta la Calle del Medio donde contraté un operador para hacer el Camino del Inca al día siguiente, luego, rumbo al hotel, en la Calle San Blas, encontré dos cosas que llamaron mi atención: la primera; el sincretismo en las edificaciones de la ciudad, de cuerpo colonial pero de base netamente incaica; y la segunda, la famosa piedra de los doce ángulos, ajena a la vista de los distraídos. “Menudo trabajito. ¿De qué manera la habrán hecho encajar los incas? “– Me pregunté.
Día 1
Muy temprano, una combi atestada de pasajeros me recogió en el hotel, y después de tres horas de camino (eso me dijeron porque yo iba dormido), llegamos hasta Piscacucho, en el Km 82, donde se inicia el Camino Inca.
Nos desplazamos a paso lento para lograr una aclimatación a la altura. Gran parte de ese trayecto era llano, y carecía de pendientes pronunciadas. A nuestra vista aparecían las conocidas terrazas, donde se desarrolla la actividad agrícola. Una sabia práctica incaica, donde se sembraban los cultivos, según la altura más conveniente para ellos.
Día 2
El más exigente de todos. Sentí cada escalón que subí, maldije cada prenda que llevaba en la mochila, y apesadumbrado, abandoné a su suerte la botella de ron que guardaba para el último día. Cuando una pareja de abuelos alemanes pasó delante de mí, dejándome muy atrás, resollando, abatido, me detuve, y puse mis manos en la cintura. “Hubiese tomado el tren a Machu Picchu y se acabó la historia” - Pensé. Furtivamente, me hice a un lado, detuve a un niño y le solté unos dólares para que su llamita, de excelso estado físico, llevase mi equipaje. Recuerdo hasta hoy, los chiflidos de muchos caminantes por haberlo hecho. “Es un desafío colectivo ché” – Me dijo un argentino. “Si ché, pero no me quiero morir aquí”- Respondí. Cuando llegué a la cima, observé que todos comían como ovejas, hundiendo la cara dentro del plato. “Gracias al cielo” – Dije. En ese momento me alcanzaron un plato de pasta que devoré en segundos. “¿A que altura estamos?”, “A 4,200 metros” respondió un tipo que iba por su segunda vuelta de espaguetis”.
Día 3
El tercer día fue una bendición del cielo. Entre tambos y caminos estrechos, comenzamos a descender. Según el historiador peruano, José Antonio del Busto, el Inka Huayna Capac mandó a construir la mayoría de los caminos de la red de vial para así poder movilizar su ejército rápidamente. Los caminos variaban en calidad y tamaño, ellos podían ser de 6 a 8 metros de ancho en la costa, pero en las montañas, los caminos eran sólo de un metro de ancho, y audazmente empinado.
De un momento a otro el paisaje cambió dramáticamente. Después de estar contemplando los nevados de la cordillera a más de 4,000 metros, nos internábamos en una selva tropical por debajo de los 3,000 metros. En ese momento me puse los audífonos, caminé sin prisa, y disfruté de “Inka Terra”, trabajo del músico peruano Miki González, tremenda fusión de la música andina y electrónica. De pronto, observé unas ruinas llamadas Huayña Wayra, y por primera vez desde que iniciamos el Camino Inca, sentí que Machu Picchu latía, que se encontraba muy cerca, esperándome.
Día 4Cuando nos despertaron, el cielo aún estaba oscuro. La gente terminaba de desayunar, y apresuraba el paso. La adaptación durante esos cuatro días en alturas insospechadas, convirtió los 2,800 metros del último tramo en un juego de niños. A medida que avanzaba, la oscuridad cedía el paso a la luz del alba, un manto violeta que parecía murmurar: “Estás muy cerca”. Me sobrevinieron ganas de trotar, corrí, y observé llamas pululando en las laderas, y entre la vegetación abundante, lagartijas enormes se cruzaron a mi paso, y cuando llegué a la Puerta del Sol, enmudecí. La mochila se cayó al suelo como si también estuviese hechizada. El amanecer sobre la ciudadela de Machu Picchu. Justo frente a mí. Me estremecí, y dos lágrimas surcaron mis mejillas. Sublime.
Cada vez que revivo aquella postal de mis nostalgias le doy la razón a la historia cuando dice que El Camino Inca, liderado por el Rey Inca entre el siglo XV y XVI, fue una ruta de peregrinación para honrar a las montañas y nevados. Y puedo comprender también, por que el inglés Hiram Bingham sucumbió ante su magia, quedándose boquiabierto cuando la descubrió, entre el follaje, navegando por el río Urubamba, a inicios del s XX.
Cada vez que revivo aquella postal de mis nostalgias le doy la razón a la historia cuando dice que El Camino Inca, liderado por el Rey Inca entre el siglo XV y XVI, fue una ruta de peregrinación para honrar a las montañas y nevados. Y puedo comprender también, por que el inglés Hiram Bingham sucumbió ante su magia, quedándose boquiabierto cuando la descubrió, entre el follaje, navegando por el río Urubamba, a inicios del s XX.
Algunos tips…Es de carácter obligatorio hacer el Camino del Inca con guía acreditado (para mayor información visitar el Instituto Nacional de Cultura de Cusco. Además el número de personas que puede ingresar por días (incluyendo guías y porteadores) está limitado a 300.
Precio aproximados…
Temporada Alta (Junio – Agosto): Se debe reservar con mucha anticipación. Tarifas: 400-500 dólares.
Temporada baja (Diciembre – Enero): Basta reservar con 2 o 3 días de anticipación, por lo que se puede hacer cuando se llega a Cusco. Tarifas: 120 – 140 dólares. En esta temporada es importante no dejarse engañar por las agencias que venden el paquete por Internet al mismo precio que durante la temporada alta.
Los escondites del Cronista Errante
Fortaleza de Sacsayhuamán (3600 msnm)Ubicado a sólo 2 kms. de la Plaza de Armas, su construcción se le atribuye al Inka Pachacutec, que inició la expansión del imperio. Fue construida con enormes rocas talladas, unidas con extraordinaria precisión. Además de haber sido una fortaleza, en la actualidad el escenario de la ceremonia del Inti Raymi, una celebración ancestral en honor al dios Sol.
Hotel Casa Andina Classic – Cusco San Blas
Ca. Chihuampata 278-San Blas T 5184.26.3694 / 5184.25.2400 E cac-sanblas@casa-andina.com
Para su estadía en el centro del Cusco, recomiendo esta casona colonial escondida en San Blas, uno de los barrios más bonitos de la ciudad. Este apacible lugar ofrece unas habitaciones con una hermosa vista de los típicos tejados de Cusco y de las hermosas montañas que rodean la ciudad, así como del patio interior con su pileta y amplia terraza.
Tarifas (Sin impuestos): de 99-152 dólares.
Restaurante Inka GrillPortal de Panes 115, Plaza de Armas, Cusco. Teléfono: +51 84 262992
Ubicado en un portal de la Plaza de Armas, se especializa en cocina criolla y novo-andina. Recomiendo asistir –a los que disfrutan de la música en vivo- asistir los días en que se presenta una banda de música andina. Atención al decorado con elementos rústicos basado en el arte incaico, como cerámicos, textiles precolombinos y una selección de artesanías andinas.
Ubicado en un portal de la Plaza de Armas, se especializa en cocina criolla y novo-andina. Recomiendo asistir –a los que disfrutan de la música en vivo- asistir los días en que se presenta una banda de música andina. Atención al decorado con elementos rústicos basado en el arte incaico, como cerámicos, textiles precolombinos y una selección de artesanías andinas.
Fotografía: Fuente Indigitale 7 wonders.
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