Hoy decidí disfrutar el amanecer.
Al contemplar al sol asomarse, lentamente, cual murmullo de montañas, recordé el año cuando fui a trabajar a Brasil.
En el 2003, una multinacional británica me trasladó a Sao Paulo por los buenos resultados que había obtenido en Perú y Bolivia.Sin embargo, no habían pasado tres meses y mis colegas brasileros se estaban riendo de mí en una reunión.
¿De qué se ríen?, los encaré. No me quisieron dar respuesta.
Miré a uno fijamente: ¿Dímelo en la cara?
Él se negó.
Luego de insistirle varias veces, señaló el cuaderno de Fernanda, nuestra jefe.
Fernanda había salido un momento de la sala para atender una llamada.
Me acerqué a su cuaderno y leí sus anotaciones: “Carlos, aulas de português, urgente”.
Me volví a ellos, que ya no se reían. Parecían apenados al ver mi rostro desencajado.
Eso ocurrió un viernes y, por la tarde, atravesé caminando una playa boscosa en el litoral paulista. Me sentí frustrado porque el país que me había recibido con tanta expectativa consideraba que no sabía su idioma.
Pensé que con los buenos resultados obtenidos en Perú y Bolivia, y un poco de carisma conseguiría salir adelante. Estaba equivocado.
Aquella tarde mi familia, mis amigos, mi país, se encontraban lejos. Lo único que esperaba era ver al sol ocultarse en el mar, sentir sus últimos rayos en mi piel como un abrazo de consuelo.
Esperé al sol en esa playa paulista, pero no lo veía descender, ¿dónde se había metido?
Giré mi cabeza y lo vi detrás de mí, ocultándose entre las montañas.
Acostumbrado toda mi vida a verlo morir en el oeste del Pacífico, no había caído en cuenta que, en el Atlántico de Sao Paulo, el oeste apuntaba a las montañas.
Hoy cumplo 46 abriles y los cambios siguen llegando.
No dejan de inquietarme, pero lo bonito es que ahora me siento más preparado para asumirlos, porque he sacado algunas piedras de mi mochila y puse más oxígeno creativo con fuego de amor.
Hoy el sol se ocultará en estas montañas verdes y abundantes.
Hoy el sol también nació entre ellas.
Y disfrutaré su recorrido hacia el oeste, porque tengo la serena esperanza de que sus rayos me guiarán al norte que yo necesito y merezco.
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