Esta semana mi hija cogió de su estantería El Principito y me pidió que se lo leyera.
Samara tiene sólo tres años y me pareció extraño que quisiese escuchar la historia de un libro para niños más grandes.
Por las noches siempre le leo un cuento y, quizá, el haber escuchado varias veces las historias de la Sirenita, El soldadito de plomo, El zorro y la liebre, etc., la animó a pedirme que le lea la única historia que aún no conocía.
"Creo que él aprovechó, para su fuga, una migración de pájaros salvajes".
En el momento que abrí el libro me encontré con esta frase e inmediatamente caí en cuenta que yo nunca había leído El Principito.
Luego de leer las dos primeras páginas recordé que, así como el personaje del cuento se frustró cuando las personas mayores, equivocadamente, llamaban sombrero a su boa comiéndose a un elefante, yo también me había frustrado de niño, al no entender el sentido de muchas cosas que se contaban en el libro.
Decidí hacer algo por Samara: Durante los últimos días he estado metido en mi estudio leyendo El Principito, tomando algunas notas para contarle la historia, de manera que pueda entenderla sin problemas.
Lo cierto es que, mientras lo hacía, me emocionaba al comprender sus profundas reflexiones.
Descubrí que, al hacer algo por mi hija, también estaba haciendo algo por mí.
Sin darme cuenta, estaba superando la frustración de no haber entendido una historia cuando tenía siete años y, además, dejando atrás esa vergüenza que sentía en mi adultez por no haber leído una de las grandes obras de la literatura universal infantil.
Tal vez esa temprana frustración de no entender la historia me indujo a dejar el libro en la estantería por cuarenta años, hasta que me hija me lo volvió a poner en las manos, hace unos días.
¿Cuántas veces nos puede pasar esto?
Que la frustración nos obligue a abandonar el conocimiento de algunas posibles maravillas.
Seguramente mi hija encontrará sus propias frustraciones en el camino de la vida.
No sólo son inevitables, pienso, también, que son importantes para desarrollar el coraje de un ser humano.
Sin embargo lo que sí me gustaría seguir impulsando es su creciente gusto por las historias. Que el no entender algo no frustre su imaginación, al contrario, que la impulse a hacer migraciones con pájaros salvajes que la inspiren con sus infinitas posibilidades.
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