sábado, 7 de octubre de 2017

El viejo y Talara

¿Porqué hay tanto petróleo en Talara?, fue lo primero que me pregunté cuando vi esas plataformas de succión, los tubos que alimentan sus refinerías.
Porque sus tierras tienen miles de años de historia, capas terrestres de siglos, donde las siluetas de los dinosaurios parecen erosionadas por el viento y la arena.
Es decir, lo que ves son realmente fósiles, animales que parecen congelados en la aparente aridez de una tierra riquísima.


Desafortunadamente los vertederos de basura en los ríos están acabando con este maravilloso ecosistema.
¿Por qué no pongo fotos de la basura?
Por lo mismo que no pongo fotos de lobos marinos muertos (vi más de veinte) y cercos frente al mar de los traficantes de terrenos.
Porque si pondría esas fotos simplemente diríamos uf, qué heavy, no leo esto, mejor. Además de que espantaría a los potenciales visitantes en el futuro a estas playas exquisitas.

Lo cierto es que vine con la idea de escribir sobre "El viejo y el mar", por eso me traje la novela bajo el brazo, para indagar más sobre aquella visita de Hemingway a Talara el 16 de abril de 1956, con los estudios Warner Bros, para grabar las escenas para la película de la afamada novela que se había publicado unos años antes. Además, el Nobel vino a Talara el día de mi cumpleaños, pensé, una motivación más para escribir sobre el genio de Illinois.
Y lo que encontré y aprendí aquí fue otra cosa: volver a conectar con el ecosistema. Por eso postee estas fotos. Porque me tocó la inspiración de Mariana Tschudi, Henry Mitrani y Evelyn Merino, en el documental peruano "Pacificum".
Nuestros ancestros, los antiguos peruanos hacían ofrendas al mar, se le pedía permiso para hacer uso de sus recursos, haciendo algo por él, primero. Y no al revés: extrayendo en buques con kilómetros de redes diciendo, solo voy a pescar calamares, nada más, como lo hacían los buques japoneses en los 80-90. Lo peor es que hoy ya no lo hacen ellos, sino los peruanos.
Hay que ser idiota para pensar que los atunes, los lenguados, los meros, ¡los merlines! van a decir, no señor, a esta red no me meto.
Y va así: El 1ro de octubre, apenas llegué a Lobitos, quise comer un mero, un lenguado, un pescado del norte, un buen pescado. En el restaurante me dijeron que el pez del día era el Pluma. Lo comí y era cierto. El pescado parecía un peso pluma, sin carácter sin sabor.
Lo cierto es que la depredación, me comentaba un pescador artesanal, ha hecho que hoy los atunes de 100 kg de hace veinte años hoy solo sean de 15 kg. Los merlines de 500 kg, hoy son de 80, 90 kg.

Este post no es para ser pesimista. No se puede ser pesimista cuando vemos estás fotos.
Es para hacernos la pregunta: ¿Qué podemos hacer?

Doy un ejemplo doméstico aparentemente simple: no se trata sólo separar el vidrio del plástico o el cartón, porque al final, puede pasar que la municipalidad local termine mezclando todo. Pero podemos buscar a un tipo que le interese reciclar el vidrio o el cartón o el plástico para dárselo en bolsas separadas. Con esto no solo limpio mi consciencia, también damos dignidad y trabajo a otras personas, en lugar de que estén abriendo bolsas negras en las noches frías de Miraflores, Barranco o San Isidro. La creatividad es enorme para buscar maneras. Como dijo acertadamente la fotógrafa peruana Morgana Vargas Llosa: "Tenemos que hacer activismo de algún modo, pero hacerlo". Porque si hoy vendría Hemingway al Perú a buscar ese merlín negro de 500 kg que ostentaba una vitrina en el Fishing Club de Cabo Blanco, no solo no lo encontraría (en su visita hace sesenta años pescó cuatro), tampoco se reiría, pero sí, quizá, estaría sollozando como el muchacho del "Viejo y el mar", al ver a su maestro morir en el olvido.

  Fotos: Carlos Modonese