martes, 27 de abril de 2010

Toulouse,Francia: "¿Ciudad de un solo color?"


“¿Y por qué Ciudad Rosa?”, le pregunté a un amigo que fui a visitar hace algún tiempo. “Demos una vuelta por la parte vieja”, propuso. Toulouse es la traducción al francés de Tolosa, nombre original con el que los romanos, en el siglo II Ac, bautizaron a esta ciudad francesa que brota del río Garona.

Lo primero que me impactó fue la calidez que transpiraba ese sinfín de vías antiguas tapizadas de ladrillo. La ausencia de la piedra, tan común en los cascos antiguos, no se echaba de menos en esa monocromía de fuego que acogía a los transeúntes. La ciudad me parecía rojiza; no obstante, mi amigo comentaba que a la hora del crepúsculo el color del ladrillo parecía mutar a rosa.

Caminábamos sin pensar, envueltos en ese sopor monocromático que no dejaba de calentar el inconsciente, hasta que desembocamos al Capitolio: un edificio que alberga un Ayuntamiento neoclásico y cuyo frontis domina la plaza más bonita de la ciudad. Un espectáculo para la vista.

Luego del café en la plaza principal, marchamos hasta el Templo de los Jacobinos, piedra angular del catolicismo que libró una batalla religiosa con los cátaros, fundadores de una forma de cristianismo divergente a la de Roma. El saldo de esta guerra de religión no solo fue la exterminación masiva de los cátaros; sino que también, acabó con la autonomía del entonces condado de Toulouse: en 1271 (y de ahí en adelante) el territorio quedaría anexado al reino de Francia.
Una vez dentro del Templo, levanté la cabeza y pude observar que de unas columnas parecían germinar unas nervaduras que se cerraban en unas bóvedas de ladrillo. Una belleza gótica que desafortunadamente, estuvo al servicio de la intolerancia de la Iglesia durante la Edad Media.

De modo que hasta ese momento, para mi desdicha, había palpado una realidad monocromática y mono-religiosa, dado que la romana, en esa época, era la única forma de concebir el cristianismo. Le pedí a mi compañero que me llevará a un lugar abierto, donde pudiera respirar aire puro. Transitamos unos metros hasta llegar a las orillas del río Garona. Y fue ahí que descubrí el Toulouse de hoy: una masa vital de todos los rincones del planeta, atraída no tanto por la oferta de universidades como por la demanda laboral que tiene la industria aeronáutica y espacial.

Por un grupo de mujeres que cuchicheaban a morir, no me fue difícil comprobar que el español era la segunda lengua más hablada (y pensar que la historia comenzó con los exiliados del franquismo). Antes y durante la primera guerra mundial habían llegado los italianos, y en los últimos años, americanos, ingleses, alemanes, latinoamericanos, y africanos: tunecinos, marroquíes y argelinos, en su mayoría musulmanes. A propósito, encontré dos de las cuatro mezquitas desperdigadas por la ciudad. Cuando observé la última, y la más grande, sonreí con desdén recordando que el gobierno de Suiza había prohibido la construcción de mirabetes en su territorio. “Qué ridiculez. Nunca dejarán a Turquía entrar a la Unión Europea”, pensé al instante. “¿A qué le temen?”, me pregunté, “¿A los turcos o a la expansión del Islam?”. Debemos reconocer, de una buena vez, que ya existe un Islam europeo: la mezcla es un hecho y en lugar de seguir viéndolos como una futura amenaza, deberíamos analizar como la diversidad podría beneficiarnos. En fin.

El crepúsculo moría y la luz del Pont Neuf apergaminaba la tierra. Frente a la lividez del Garona, comprendí que la diversidad cultural, sin duda, enriquece a una sociedad. Ahora, ¿Será lo pluricultural la razón por la cual Toulouse es hoy un referente de tecnología? De eso no tengo certeza, no obstante, puedo asegurar que esta Toulouse variopinta no guarda nostalgias por los sedimentos monocromáticos o mono-religiosos del pasado. Toulouse, entonces, ¿Ciudad de un solo color? Nunca más.

Los escondites del Cronista Errante
Hotel Heliot
3, rue Heliot, 31000 Toulouse, Francia

Ubicado a dos pasos del Capitolio y la línea principal de metro. Fred, el dueño, es encantador y maneja perfectamente el inglés y el español. Las habitaciones están completamente renovadas. Aunque no hay ascensor, este parecería ser un problema menor porque el edificio consta de tres pisos y porque Fred siempre estará dispuesto a hacerlo por ti.

Tarifa: 70 euros promedio año

Y para comer…

Le sherpa
Cocina: Crepería, Francesa
46 Rue du Taur, 31000 Toulouse, Francia
Intervalo de precios: 11-16 €

Un extraordinario ambiente familiar percibe quien visita este establecimiento que consta de un variado menú de crepes y tisanas. Son muy amables con la traducción al castellano. Ojo: Sea paciente, el sitio siempre está a tope.

Fotografía: Ouicando.net

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