jueves, 22 de octubre de 2015

Cashahuacra


Parecía un domingo cualquiera, en Cashahuacra, un caserío ubicado en una ladera pedregosa de Santa Eulalia.
“Ojalá vuelvan otra vez”, me dijo uno de sus pobladores. Sus palabras sonaban a esperanza vacía, quizá, por el cansancio de las promesas incumplidas. 
Ese domingo cualquiera cruzamos un puente que atravesó una zanja enorme, tan profunda como un cañón. Esa grieta profunda la produjo un huaico en el  2014. Marcó la tierra y la vida de estos pobladores.   

Los peruanos sabemos que esto del Fenómeno del Niño se repite cada 15 años, entonces, le pregunté a la presidenta del ONG Todo Suma, si saben que va a venir otro huaico por este cauce, ¿por qué siguen aquí? Ella sonrió como quien sonríe a la ignorancia. Estas familias están ubicadas aquí hace muchos años, me dijo. El año pasado nadie sabía que un huaico pasaría por aquí. Lo más importante ahora es censarlos y prepararlos en primeros auxilios, para que estén preparados para el Fenómeno del Niño de este verano. Y luego reubicarlos en algún lado. Eso es lo ideal. Por lo pronto, darles luz y esperanza.
“Ojalá vuelvan otra vez”, me dijo Jorge, un shipibo de 22 años, porque su familia, junto a un puñado de familias shipibas, fueron traídos desde la Amazonía por un político que les prometió educación, luz, agua y desagüe, a cambio de votos. El político obtuvo los votos, pero nunca entregó lo que prometió. Los dejó ahí, en esa ladera pelada.
 

Lo cierto es que no fue una mañana cualquiera en Cashahuacra.   
Debajo de esos techos de calamina que ardían sobre nuestras espaldas, nos reunimos con ellos para darles una charlas de auto liderazgo. En sus ojos se intuía una chispa de esperanza que quería encenderse. Al ver esas miradas, me avergoncé cuando esa misma mañana protesté por estar viajando a Santa Eulalia, un domingo, en lugar de disfrutar de un espacio en paz en mi casa.
Gracias por la invitación a Todo Suma, gracias por hacernos sentir que hay esperanza en la humanidad cuando sumamos estos pequeños detalles.
Ya en el bus, de regreso, viendo esas pinturas que hicieron los niños en sus paredes, recordé las palabras de Jorge: “Ojalá vuelvan otra vez”, me dijo. Y ahí. Ahí comprendí perfectamente a que se refería.




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