domingo, 30 de agosto de 2009

Lima, Perú: "El Fenómeno del mono"

El Fenómeno del Niño había llegado con una fuerza inusitada aquel verano de 1998, Lima ardía y allí estaba yo, saliendo de la universidad a las 5:30 pm. Subí a una combi* atestada de gente, cuarenta minutos de condena veraniega y cuando grité “¡Bajo en la esquina!”, comenzó el espectáculo sangriento de ese dúo tenebroso de las combis limeñas, el chofer cerró a cuanto carro pasaba en los carriles de la derecha y luego la “sana sugerencia” del cobrador de boletos: “¡Pie derecho! ¡Pie derecho!”, salté de la combi y afortunadamente caí bien. Entré a un chifa**, pedí un “combinado especial”, mezcla de arroz chaufa y tallarín saltado, cocinados en base de soya, verduras chinas, pollo, cerdo y langostinos. Mientras esperaba el pedido, bebí una Inka-Kola helada con una avidez que entumeció mi cabeza.

Caminé hasta casa, saqué las llaves de mis bolsillos húmedos, entré, y como si estuviera despellejándome, lancé zapatillas, jeans y camiseta al suelo, puse el “combinado” en un plato y subí a mi habitación. Puse el ventilador en el nivel más alto y comencé a devorar mi plato viendo un partido de fútbol “¡Carajo, que bien se come en este país! Y lo mejor, barato” - Pensaba mientras saboreaba. De pronto escuché unos rasguños que venían dentro del closet, pero cuando bajaba el volumen del televisor, los ruiditos desaparecían. “Como jode ese ratón”- Dije. Luego de diez minutos escuché que se cayó una caja. Dejé la bandeja de madera sobre mi cama, me puse de pie y caminé lento hacia el closet. Escuché que jugaba con mis zapatos. Golpeé la puerta y retrocedí unos metros, pero no escuché la réplica del animal. El silencio era desesperante. “¡Gol del Madrid!”-gritó el comentarista y de pronto las dos puertas de mi closet se abrieron, delante de mis ojos salió un mono grande, con mechón blanco y pecho rojo, que se balanceaba en el colgador de ropa. Saltó a la cama y yo en ropa interior salí corriendo a la calle. “¿De dónde salió este primate?”, “¿El fenómeno del niño estará provocando migraciones del amazonas?”.

Toqué el timbre del vecino y corrí a esconderme detrás de un árbol, inmediatamente un anciano se asomó por la ventana. “Señor, tengo un mono en mi casa ¿Será suyo?”. “¿Lorenzo? ¡Mi mono! ¿Dónde está?–Preguntó con una voz calmada. “Saque su animal de mi casa por favor”. “Mas respeto con él–corrigió indignado-. Es estrella de televisión, salió en el programa de Ugo Plevisani”. El señor se puso una bata, bajó y fuimos a mi casa. Mi sorpresa fue gigante al ver los charcos de orín del mono, que no solo estaba mirando televisión sino que comía con palitos chinos lo que quedaba de mi almuerzo. Cuando vio a su amo con los tallarines entre los dientes, saltó descontrolado “Está feliz de verme” -Me dijo el abuelo, parecía que estuviera viendo a un hijo suyo. Lo agarró de la cintura y lo apretó contra su pecho. “Siempre lo saco a comer al jardín a las 2 pm, la memoria me está traicionando, ¿Cómo pude olvidarme de meterlo a su jaula?”. Después de unos minutos de charla, lo acompañé a la puerta y nos despedimos. Luego recogí el regadero, desinfecte el cuarto y me tendí en la cama exhausto. El calor no me dejó dormir hasta las dos de la mañana, cuando una brisa marina susurró por mi ventana y cerró mis ojos. “¡Pie derecho! –las imágenes del día pasaban en mis sueños como una película-, ¡Que buen arroz chaufa!, el mono Lorenzo comiendo con palitos, ¡Gol!”. Me desperté y pensé: “El fenómeno del niño esta enloqueciendo Lima”.

* bus pequeño** restaurant de comida chino-peruana
Fotografía de Anjutee (Flickr)
Providencia-Colombia, Agosto 2007

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